miércoles, 30 de julio de 2014

LA IMPLICACIÓN DE LA FAMILIA EN LA ESCUELA


La familia es la primera unidad social donde el niño se desarrolla y donde tienen lugar las primeras experiencias sociales y familiares. A esta le sigue la escuela, encargada de complementar la educación del niño y de prepararle junto a la familia para desenvolverse en la sociedad.  

Pascual (2005: 82) asegura que “la colaboración de la familia es de gran importancia en todos los procesos de intervención logopédica, siendo un punto clave para la consecución de los objetivos”. También destaca el papel de la familia como imprescindible e insustituible por un profesional o centro educativo ya que es el entorno familiar el único que puede proporcionar una estimulación durante todos los días del año. 

El potencial e influencia de ambos contextos aumentará si entre ambos sistemas se establecen relaciones fluidas, complementarias, cordiales y constructivas que tengan como objeto optimizar el desarrollo infantil.  Una buena relación entre padres y maestros facilitará al niño su proceso de enseñanza-aprendizaje y generará sentimientos de seguridad y motivación hacia el aprendizaje ya que son conscientes de la preocupación y la labor educativa que realizan sus padres y maestros. 

Como señala Pascual (2005) la familia debe continuar realizando en casa juegos y actividades dirigidas a desarrollar el lenguaje del niño, siempre orientada por el reeducador. Es muy importante el papel de la familia para solventar con la mayor rapidez posible este trastorno articulatorio. 

Desde los primeros meses la familia aprueba con sonrisas y gestos los ruidos que el niño produce con la lengua y los labios, y les motivan a imitar los sonidos de los adultos y de lo que les rodea.   
Cuando el niño empieza a hablar le gusta jugar con el lenguaje, deforma los sonidos o las palabras, habla con los labios juntos o con la boca abierta, dice palabras al revés, y todo esto le ayuda a la adquisición del lenguaje oral.   
Una gran parte del primer trabajo debe dedicarse a hacer ver a los padres la necesidad de vigilar su propio lenguaje con los niños. Los padres necesitan ser orientados en el uso adecuado de las oraciones en cada estadio de desarrollo y en su adaptación al nivel comprensivo de estos.    
Adaptándose al nivel comprensivo del niño y a sus necesidades de aprendizaje, es posible empezar a ayudar a niños desde los 2 años, que es la edad más temprana en que es posible advertir deficiencias lingüísticas. 

Como expone Puig (1996:151), para que el trabajo realizado por la familia sea eficaz “es imprescindible que el clima de convivencia que impere sea positivo: cohesión entre sus miembros e intercomunicación”. 

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